La inevitable revolución del emprendimiento social
Bernardo Javalquinto | Fecha de Edición: 10-10-2013
Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, vio la crisis financiera internacional de los últimos años y dejó al descubierto la existencia de graves defectos en el sistema financiero internacional. Nuestro país no estuvo exento a esto.
El propósito de los mercados de crédito era proveer de capital a empresas y compañías, pero unos pocos individuos los manipularon para ponerlos al servicio de un objetivo egoísta y personal: obtener rendimientos irrealmente altos mediante maniobras de ingeniería financiera. Esto trajo sufrimiento a los habitantes de los países desarrollados (basta pensar en los extraordinarios niveles de desempleo en países como España y Grecia), pero también a incontables millones de personas en los países en vías al desarrollo, que no tuvieron responsabilidad alguna por la crisis.
Exactamente lo que ocurre en nuestro país, de hecho, la persistencia de muchos de los problemas sociales del mundo es reflejo de nuestra interpretación colectiva errada de la idea de capitalismo, que lleva a que las empresas no persigan otro objetivo que la maximización de beneficios y que se conciba a las personas como máquinas de hacer dinero, sin importar el daño que le hacen a la sociedad. En especial el sector financiero que tiene a nuestro país en una situación inaguantable y las autoridades del sector público y privado celebran como cuando hemos retrocedido en todo aspecto de acuerdo a los informes de competitividad y ranking de universidades.
Pero en nuestra concepción del mercado económico está faltando un componente: el emprendimiento social. Un emprendimiento social es una compañía orientada en conjunto a la distribución de dividendos y dedicada totalmente a la solución de un problema social o ambiental determinado y mucho más. Los accionistas pueden recuperar su inversión. La casi totalidad de los beneficios se reinvertirá en el emprendimiento para aumentar su alcance o mejorar sus productos o servicios. Y todos ganan, pero los animales del bosque no logran entender los grandes beneficios de este nuevo modelo económico global. De hecho, el Senado de nuestra querida y hermana república de Argentina premiará a varios chilenos por su convencimiento que el desarrollo económico regional es el camino al desarrollo, entre ellos Ricardo Israel, candidato a la presidencia; Heinrich von Baer, por su destacado rol en los temas del regionalismo; Mario Fuenzalida, gerente de la Corporación Promaule; Carlos Letelier Albornoz, rector del CFT Maule, primera persona que se atrevió a llevar a cabo los negocios sociales a la práctica, un visionario en Chile, y el estoico alcalde de Constitución, Carlos Valenzuela que después del 27/F trabajó arduamente para levantar a la ciudad. Todos los actores anteriores vieron la necesidad de avanzar en el desarrollo regional y si todos los chilenos estuvieran en lo mismo, ya seríamos un país desarrollado hace mucho tiempo, mejorando la calidad en el sector agrícola (sin una política agrícola no hay planes de contingencia), y una pujante economía que abrirá nuevas rutas de comercio internacional, mejor turismo, mejores trabajos. Al mismo tiempo nuestros candidatos a consejeros regionales, sin ninguna nueva atribución, ya que los congresistas nunca modificaron la ley excepto que sean elegidos por la ciudadanía y no cumpliendo al compromiso que tenían con la OECD. Hay que pedirles a los candidatos al congreso que cumplan, de lo contrario seguiremos enfrascados en el subdesarrollo.
El propósito de los mercados de crédito era proveer de capital a empresas y compañías, pero unos pocos individuos los manipularon para ponerlos al servicio de un objetivo egoísta y personal: obtener rendimientos irrealmente altos mediante maniobras de ingeniería financiera. Esto trajo sufrimiento a los habitantes de los países desarrollados (basta pensar en los extraordinarios niveles de desempleo en países como España y Grecia), pero también a incontables millones de personas en los países en vías al desarrollo, que no tuvieron responsabilidad alguna por la crisis.
Exactamente lo que ocurre en nuestro país, de hecho, la persistencia de muchos de los problemas sociales del mundo es reflejo de nuestra interpretación colectiva errada de la idea de capitalismo, que lleva a que las empresas no persigan otro objetivo que la maximización de beneficios y que se conciba a las personas como máquinas de hacer dinero, sin importar el daño que le hacen a la sociedad. En especial el sector financiero que tiene a nuestro país en una situación inaguantable y las autoridades del sector público y privado celebran como cuando hemos retrocedido en todo aspecto de acuerdo a los informes de competitividad y ranking de universidades.
Pero en nuestra concepción del mercado económico está faltando un componente: el emprendimiento social. Un emprendimiento social es una compañía orientada en conjunto a la distribución de dividendos y dedicada totalmente a la solución de un problema social o ambiental determinado y mucho más. Los accionistas pueden recuperar su inversión. La casi totalidad de los beneficios se reinvertirá en el emprendimiento para aumentar su alcance o mejorar sus productos o servicios. Y todos ganan, pero los animales del bosque no logran entender los grandes beneficios de este nuevo modelo económico global. De hecho, el Senado de nuestra querida y hermana república de Argentina premiará a varios chilenos por su convencimiento que el desarrollo económico regional es el camino al desarrollo, entre ellos Ricardo Israel, candidato a la presidencia; Heinrich von Baer, por su destacado rol en los temas del regionalismo; Mario Fuenzalida, gerente de la Corporación Promaule; Carlos Letelier Albornoz, rector del CFT Maule, primera persona que se atrevió a llevar a cabo los negocios sociales a la práctica, un visionario en Chile, y el estoico alcalde de Constitución, Carlos Valenzuela que después del 27/F trabajó arduamente para levantar a la ciudad. Todos los actores anteriores vieron la necesidad de avanzar en el desarrollo regional y si todos los chilenos estuvieran en lo mismo, ya seríamos un país desarrollado hace mucho tiempo, mejorando la calidad en el sector agrícola (sin una política agrícola no hay planes de contingencia), y una pujante economía que abrirá nuevas rutas de comercio internacional, mejor turismo, mejores trabajos. Al mismo tiempo nuestros candidatos a consejeros regionales, sin ninguna nueva atribución, ya que los congresistas nunca modificaron la ley excepto que sean elegidos por la ciudadanía y no cumpliendo al compromiso que tenían con la OECD. Hay que pedirles a los candidatos al congreso que cumplan, de lo contrario seguiremos enfrascados en el subdesarrollo.
No comments:
Post a Comment